jueves, 30 de enero de 2014

Reflexión del Evangelio del día (miércoles 29/01)

Queridos hermanos en la fe:

Nuevamente me ocurrieron cosas fuera de mi control. Me acosté muy tarde anoche y no pude escribir la reflexión-oración, estaba muy cansada. Puse mi despertador a las 7 de la mañana para cumplir con el horario prometido, y no me desperté hasta las 9:30. Seguramente sonó y sonó, y yo no desperté. Realmente yo no me despierto si Dios no me despierta, así que obligada a hacer esta publicación ahora. No me olvido de ustedes, rezo por ustedes.

Me he dado cuenta de que si hago una reflexión, y luego una oración, va a ser más provechoso para ustedes y para mí. Así que probaré esta nueva modalidad. Si les gusta más la anterior, háganmelo saber a través de los comentarios.

¡Un abrazo en Cristo, Camino, Verdad y Vida!

Mili de Jesús


Evangelio según San Marcos 4, 1-20 (extraído de la Biblia de Jerúsalen)

1 Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. 2 Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: 3 «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. 4 Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; 6 pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. 7 Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. 8 Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.» 9 Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
10 Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. 11 El les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, 12 para que = por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.» 13 Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces,
comprenderéis todas las parábolas? 14 El sembrador siembra la Palabra. 15 Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra
sembrada en ellos. 16 De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, 17 pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben en seguida. 18 Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, 19 pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto.
20 Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»


Reflexión:

Todos queremos dar mucho fruto, más aún si es para Dios. Cuando Jesús dice que "produjeron treinta o ciento por uno", significa que por 1 semilla, dieron 30 frutos, o 100 frutos. Eso es muchísimo. Pero ¿cómo podemos dar tanto fruto? Procurando que nuestra tierra, nuestro corazón, sea fértil para la Palabra de Dios.
¿Cómo podemos ser más fértiles? Usemos la parábola para buscar luces en esto.
Primero tenemos la semilla que cae en el camino y comen las aves. Las aves simbolizan al Maligno, al demonio. Éste existe, y quien les diga que no es así está muy equivocado. El infierno y el Maligno existen, y yo he sido muchas veces víctima de sus artimañas. Lo bueno es que Dios me dio la Gracia para notarlo y evitar caer en sus garras. La mejor manera de alejarnos del Maligno, es permanecer en Gracia de Dios. Confesarnos a menudo (el Papa Francisco se confiesa cada 2 semanas, él mismo lo dijo, y si él siendo tan santo se confiesa tan seguido, yo que soy tan pecadora, necesito confesarme aún más seguido) asistir a la Santa Misa no tan solo los domingos (muy recomendado recibir la Eucaristía a diario, si no es posible en forma física, hacerlo espiritualmente, existe una oración para ello) y huir del pecado. Hay una historia en la Biblia que es muy educativa en este aspecto. Me parece que fue José, el que fue vendido como esclavo por sus hermanos a unos egipcios, el que nos da el ejemplo. Una de sus dueñas a quien sirvió, se le ofreció, sacándose la ropa delante de él. José, para huir del pecado, hizo exactamente eso: corrió, huyó. Nosotros somos muy débiles, y es mejor huir ante la tentación que permanecer en aquel lugar. En mi vida diaria hay situaciones en que personas me tientan a enojarme, y decir cosas de las que me puedo arrepentir (mi abuela, específicamente, es bien mañosa, como toda abuela). Es mejor apartarse, tranquilizarse, y luego seguir conversando, pedir perdón si es necesario. Siempre que uno está enojado, o triste, es más fácil caer en tentación. Eviten estos estados de ánimo, recurriendo con confianza a Jesús. La alegría que Jesús nos regala es más estable pues Él es fiel, Él no cambia, y si cimentamos nuestra alegría en Él, nuestra alegría será duradera.
Luego, tenemos el terreno pedregoso. Por lo general, las personas que reciben el Evangelio con alegría, y luego lo olvidan con rapidez, es porque no tienen su corazón, sus "raíces" bien profundas en Cristo. Tienen el corazón duro como piedra, y no reciben ni perciben el Amor de Dios de la manera adecuada. El Amor que Dios nos da cala profundo en nuestra alma. Tenemos que estar dispuestos a recibir Su Amor, abrir nuestros corazones, dejar de tener corazones de piedra. Pidámosle a Dios que transforme nuestros corazones y los haga de carne. Esto seguramente dolerá, pues hay que romper la piedra y eso duele. Recibamos con mayor razón los dolores que Dios permite en nuestras vidas, y permitamos que nuestro corazón sea de carne. Dios nunca nos envía dificultades que no podamos resistir, y siempre nos envía Gracias para salir de aquellas situaciones con su ayuda. Abrámonos a Su Amor, seamos más humildes, menos arrogantes, y conversemos con Él a diario. Contémosle lo que nos pasa, seamos humildes al pedirle que nos ayude, y seremos testigos de Su Amor. A veces a Él le gusta que le pidamos lo que necesitamos, que le contemos nuestras tristezas, y no nos las da hasta que se las pedimos, justamente porque quiere que seamos conscientes de que es Él quien nos da todo lo que tenemos y somos. Si somos inteligentes, es porque Él nos hizo así. Si tenemos salud o enfermedad, es porque Él lo ha hecho así. Él es muy sabio, y siempre hace las cosas por nuestro bien, por lo que siempre agradezcamos lo que Dios permite o no en nuestras vidas. Eso también ablanda nuestros corazones, y nos hace más fructíferos. Hundamos nuestras raíces bien profundo en el Amor de Dios. Fundemos nuestra vida en su Amor.
También tenemos espinos en nuestros corazones. Esto es muy común en la época en que vivimos. Los espinos simbolizan las cosas del mundo: el dinero, el estrés, las ansias de belleza externa, el poder, y tantas cosas más que no se me ocurren. Cuando hay muchas espinas en nuestro corazón, se nota porque no tenemos tiempo para Dios. Vivimos agitados, sin poder alimentarnos de Su Amor, de su Palabra, y terminamos el día cansados, y pensando que en verdad no avanzamos en nada. En cambio, cuando tenemos nuestro corazón libre de espinos, vivimos toda nuestra vida en función de Dios, lo ponemos en el centro de nuestras vidas, y todo lo que hacemos es por Amor a Él. Por eso nuestra vida cotidiana, sin ser muy extraordinaria, se transforma en una oración y alabanza a Dios, en una ofrenda para Él. Así nos alimentamos todo el día de Su Amor, y todo el día oramos y alabamos. Nuestras vidas se vuelven fecundas, y las actividades diarias se vuelven oportunidades para amar a Dios: hacer aquella cosa que me desagrada por Amor a Él, hacer algo con mayor alegría por Amor a Él, y agradecerle siempre por los regalos diarios que nos da, incluso por aquello que me parece malo o feo a simple vista. Me parece que es San Pablo el que dice que para el que ama a Dios, todas las cosas redundan en su bien, incluso los pecados cometidos. ¿O era el Padre José Kentenich? Me confundí... jaja. Todo debe tender a acercarnos a Dios.
Y por último tenemos la tierra fértil. La tierra fértil se caracteriza por ser, entonces: un corazón que recurre seguido a Dios en los sacramentos, que huye del pecado, que recibe el Amor de Dios y lo transforma en fundamento (base) de su vida, y que pone a Dios en el centro de su vida.
Estas cosas no son solamente para las monjitas, los sacerdotes, o los religiosos. Estas cosas son para todos nosotros, y es más... siempre recurro a un Evangelio que es como el "testamento de Jesús", antes de morir en la cruz. Ocurre durante su Última Cena, en el evangelio de Juan. Dice "Yo soy la Vid, y ustedes los Sarmientos". Lo comprendo bien, pues fue un Evangelio que se usó como base de unas misiones a las que asistí por 3 años consecutivos. Siempre me hace bien leerlo, a veces descubro algo nuevo, o reafirmo lo que aprendí de él, lo guardo más profundamente en mi corazón. La vid, en las viñas (de donde se sacan las uvas) es el "palo" central. De la vid descienden los sarmientos, que son las ramas, y de los sarmientos se desprenden las uvas. Jesús nos dice que si no estamos bien unidos a Él, no tendremos vida, y menos podremos dar frutos. Dios Padre corta todo sarmiento que no da fruto (esto se hace también en la vida real, en invierno se podan los sarmientos secos) y estos se echan al fuego. Y si el sarmiento da fruto, se corta también para que dé más fruto.  En el fondo, Dios nos "poda" para que demos mucho fruto. Cada sufrimiento que vivimos debemos aceptarlo como un llamado de Dios, sea para que hagamos una cosa, o para que dejemos de hacer otra. No olviden que donde Dios cierra una puerta, abre otra. Confíen en Él ciegamente. El Evangelio resumido, es que debemos permanecer unidos a Jesús para dar mucho fruto,y para tener la Verdadera Vida que Él nos ofrece. Si no hacemos esto, vivimos una vida vacía, sin alegría.

Creo que con esto ya les he dado mucho que pensar y orar. Rezo por ustedes, y lo dejo hasta aquí.

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